Texto de: Asunción Saez Mullor
Una de las novelas menos conocida de la escritora Agatha Christie, y, sin embargo, una de mis preferidas es La Venganza de Nofret. La escribió en Londres en plena Segunda Guerra Mundial, y es única en la bibliográfica de esta escritora, ya que se trata de una novela histórica y policiaca desarrollada y ambientada en el antiguo Egipto de la dinastía XI (2150-1990 a. C.).
Cuenta Agatha Christie en sus memorias, que cierto amigo suyo, un eminente egiptólogo muy conocido, Stephen Glanville, tuvo la idea de proponerle una noche mientras cenaban: “me gustaría que escribieras una novela detectivesca cuya acción se desarrollara en el antiguo Egipto”. Después de este reto, la escritora cuenta que se procuró ocho pesados volúmenes sobre egiptología, y que se pasó días y días tan ocupada con ellos que hasta pudo olvidarse de las bombas que caían en Londres. Buscó datos sobre las distintas dinastías que habían reinado en el valle del Nilo, y haciendo sus pesquisas, y pasando hasta por los episodios de los ladrones de tumbas, encontró al fin un personaje que le llamó la atención, un sacerdote del Ka de la dinastía XI cuyas cartas en papiro, pusieron ante sus ojos un maravilloso escenario idóneo para su próxima novela. Desde aquel momento, el eminente egiptólogo que le sugirió el escenario para su nueva novela, comenzó a tener que dar respuestas a las innumerables preguntas de la escritora, deseaba conocerlo todo, quería saber qué tipo de flores se cultivaban en los jardines del antiguo Egipto, cuál era la comida más común de aquella época, quería una lista con los nombres tanto femeninos como masculinos más utilizados en aquella dinastía, así como si los miembros de estas familias sabían leer y escribir, o si necesitaban de un escriba. Pero todas estas preguntas que Agatha Christie se formulaba, necesitaban una investigación a fondo antes de ser contestadas.
Esa eterna lucha con la documentación, el miedo a cometer fallos garrafales, la necesidad de conocer la verdad… Todos esos problemas a los que se enfrentan los autores cuando abordan un tiempo pasado, los conoció muy de cerca esta gran escritora, que acabó hilando una de sus obras más brillantes y estéticas, pero también, la más desconocida de toda su fructífera trayectoria.
El excepcional archivo personal con la correspondencia de Heqanakht, un Sacerdote del Ka de la tumba de Ipi, sirvió a Agatha Christie no sólo para obtener los nombres propios, sino como inspiración para basar la historia de su novela, La Venganza de Nofret, partiendo de ocho cartas completas y cinco fragmentos, que le permitieron visualizar como pudo ser la vida de un antiguo egipcio bien posicionado junto a su familia, a finales de la dinastía XI y comienzos de la XII. Estos papiros fueron fechados en el año 8 del reinado de Nebhepetra Mentuhotep III, aproximadamente en 2005 a. C.
Heqanakht era el hijo primogénito del Sacerdote del Ka de Ipi, cargo que heredó junto con sus bienes al morir su padre. La tumba de este visir se encontraba en Tebas (TT 315), al sur de Deir el Bahari, y Heqanakht vivía en un poblado cerca de Menfis, por lo que este se dirigió rio arriba para hacerse cargo de sus responsabilidades. Siendo la época de la inundación y estando en su pleno apogeo, antes de partir, dejó a su hijo mayor Merisu encargado de la casa y de sus bienes, describiendo con todo lujo de detalles en una de las cartas cuales eran sus obligaciones:
“En cuanto a toda parte de nuestra tierra que se moje, tú eres quien la cultiva, tenlo en cuenta, y toda mi gente tanto como tú. Mira, lo tendré en cuenta contra ti. Sé especialmente diligente en cultivar. Preocúpate de que mi simiente de cebada sea vigilada y de que toda mi propiedad sea vigilada. Mira, lo tendré en cuenta contra ti. Preocúpate de toda mi propiedad.”
Permaneció en Tebas veinte meses, durante los cuales escribió diferentes cartas a su familia, mostrándose muy atento con los detalles y meticuloso con sus subordinados. Calculando su manutención y los gastos que tendría durante su estancia en Tebas, vio que necesitaría grano de sus campos. Se lo pidió a su hijo, pero cuando lo recibió, no le pareció de la calidad esperada y no dudo en escribirle a su primogénito reclamándole, y desconfiando sobre el motivo por el que el grano que le había mandado era tan malo:
“Por cierto ¿a qué ha venido eso de enviarme a Sihathor con la vieja y reseca cebada del norte que se encontraba en Djedisut, en vez de enviarme las diez medidas-khar de cebada del norte fresca? ¿Acaso estás tranquilamente consumiendo buena cebada del norte mientras yo estoy aquí detenido, y, además, el barco, está, amarrado en tu embarcadero mientras te comportas como un perfecto malvado?”
Probablemente no fue con mala intención por parte de su hijo Merisu, sino más bien una decisión para terminar con el grano más antiguo que guardaban, y así evitar que pudiera estropearse. Pero, de todas maneras, algo de resentimiento sí que debía albergar el primogénito, teniendo que soportar que su padre le llamara la atención de como tenía que comportarse con sus hermanos pequeños, que en el escalafón social se encontraban por debajo de él: “¡Ocúpate mucho de Anup y Esnofru! Deberás morir o vivir por ellos. Ocúpate mucho porque no hay nadie más importante que ellos en la casa, ni siquiera tú mismo. Que no se te olvide esto.”. Sin lugar a dudas Merisu debía estar harto de sus caprichosos hermanos pequeños que no hacían más que complicarle la vida, haciendo siempre su voluntad en vez de lo que les era mandado:
“Ahora, si como dice, Esnofru quiere ocuparse de los toros, déjale que se encargue de ellos. Él no quiere estar contigo arando, yendo arriba y abajo, como tampoco quiere venir conmigo aquí. Cualquier cosa que pueda querer, con eso que quiera eso es con lo que debes hacerle feliz.”
Por si los problemas con los hermanos pequeños fueran poco, existían otras tensiones en la casa que complicaban aún más la vida de Merisu. Al parecer Heqanakht tenía tres hijos adultos y dos hijos de menor edad cuando enviudó, pero se volvió a casar de nuevo. Esta segunda esposa no fue demasiado bien recibida en el núcleo familiar, ni por sus hijos, ni tan siquiera por la criada principal de la casa. Pero la esposa no dudó en hacérselo saber a su marido inmediatamente, negándose a dejarse avasallar. La respuesta de su indignado esposo no se hizo esperar, escribió una carta con todo lujo de detalles sobre cómo solucionar el problema, y haciendo responsable a su hijo mayor de lo que pasaría si no se cumplía con lo que él mandaba: “Además, tienes que expulsar a la criada Senem de mi casa ¡Ten mucho cuidado! En cuanto Sihathor llegue con esta carta; porque si ella pasa un solo día más en mi casa ¡actuare! Eres tú el responsable de que ella maltrate a mi nueva esposa”.
Sin embargo, los desplantes de la criada, no fueron nada en comparación con los increíbles acosos sexuales que la recién casada tuvo que soportar de un trabajador de la casa. Acosamientos que con toda diligencia ella igualmente puso en conocimiento de Heqanakht, y contra los que este también actuó:
“Como este hombre vive para mí, me estoy refiriendo a Ip, quienquiera que haga un avance sexual contra mi nueva esposa, está en contra de mí y yo en contra de él. Como esta es mi nueva esposa, y ya sabes cómo debe ser ayudada la nueva esposa de un hombre, cualquiera que pueda ayudarla es como si me ayudara a mí.”
El comienzo del Reino Medio fue difícil incluso para la producción agrícola. Acababa de terminar el Primer Periodo Intermedio, y el rey Amenemhat I aún estaba erradicando a los nomarcas que se le habían opuesto, e intentando organizando el país. Un valle del Nilo donde las cosechas no bastaban para todos. En una de sus cartas, Heqanakht deja bien claro a su familia que pueden considerarse unos verdaderos privilegiados. Les recuerda que las raciones que ha dispuesto para ellos son generosas y más que suficientes como para no pasar hambre y prosperar, poniéndoles de ejemplo para ello las hambrunas de la zona de Tebas. Por entonces esta ciudad no era sino una pequeña localidad, que comenzaba a crecer lentamente, y no disponía de los grandes recursos que llegaría a tener unos años después, por lo que les resultaba muy difícil atender las necesidades de sus gentes. Así lo describe el protagonista a su familia:
“Para que no estés enfadado sobre esto, mira esto, toda la casa es como si fuera mis hijos, y yo soy el responsable de todo, de modo que debe decirse: “Estar medio vivo es mejor que estar absolutamente muerto”. Además, solo la verdadera hambre debe ser llamada hambre, porque aquí han comenzado a comerse a la gente, y a nadie se le dan unas raciones como estas que yo os doy; en ningún sitio.”
A pesar de ser un privilegiado, Heqanakht no se encontraba entre la elite de la sociedad, la prueba la tenemos en el modo en el que se dirige al superintendente del Bajo Egipto, Herunefer. Si que es cierto que existía un protocolo epistolar que se utilizaba al comunicarse con los superiores; sin embargo, ello no hace sino dejar bien claro que, en Egipto, por debajo del faraón todos se declaraban humildes servidores de alguien:
“Yo, tu humilde servidor, te hablo para informarte, vida, prosperidad, salud, que he enviado a Nakht, el hijo de Hety, y a Senebnut con respecto a la cebada del norte y la avena que están donde estás. Lo que tú, vida, prosperidad, salud, debes hacer es hacer que sean cosechadas sin permitir que ninguna de ellas sea mezclada, de acuerdo a todos sus buenos oficios.”
Los Papiros de Heqanakht, son una valiosísima fuente para reconstruir el funcionamiento de una pequeña parcela de tierra en el Bajo Egipto, a comienzos del Reino Medio: la hacienda principal ocupaba el centro con sus tierras asociadas y trabajadas por el propietario, ayudado por otros trabajadores a sus órdenes. Estos trabajadores podían tener a su vez concedidas ciertas cantidades de tierra para su explotación particular, a cambio de una cuota de explotación que pagarían al dueño. Este trabajo debió ser en parte privado, y en parte comunal, siendo asumible que la responsabilidad fuera delegada por el propietario en otras personas en caso de ausentarse. Una de las tareas comunales debió ser el cuidado del ganado. El señor de una propiedad podía establecer una red de préstamos de grano y arriendos de otras tierras en su mismo lugar de residencia o fuera de él. Una misma tierra podía cultivarse con diferentes clases de productos, siendo los más importantes el trigo y el lino.
Muy interesante son las transacciones comerciales. El trueque era el mecanismo usado por los antiguos egipcios, estableciéndose equivalencias de los distintos productos para posibilitar el cambio de estas. El pago en tierras por trabajos realizados también se daba, como en el caso del propio Heqanakht, que recibe tierras por sus labores en el culto funerario del Visir Ipi.
Una conclusión que puede sacarse de estos papiros es que parece que no existía una intervención estatal que regulara el comercio, estableciendo precios y normas en los intercambios comerciales, y que esta parece limitarse únicamente a recaudación de impuestos. Las únicas menciones reales son usadas para fechar informes, uso meramente anecdótico. La gente del común debió vivir muy alejada de sus gobernantes.
Los Papiros de Heqanakht fueron hallados en la tumba de un funcionario del Visir Ipi, llamado Mesej, en Deir el Bahari por la expedición de Winlock en 1921. Las referencias geográficas recogidas en ellos son muy dudosas y aún no han sido localizadas. Heqanakht tenía su casa y sus principales propiedades en la ciudad de Nebeseyet, cerca de una región llamada Peraa’a, muy nombrada en las cartas, y donde el protagonista tenía tierras alquiladas.
Heqanakht se encargó de organizar el culto funerario del Visir Ipi, que dejó una tumba inacabada, y una superficie de al menos 60 aruras de tierras (3,120 km cuadrados aproximadamente) para el mantenimiento de su culto funerario.
La información sobre las personas que rodearon al protagonista es muy limitada, aunque sí se mencionan las relaciones familiares de este, por orden de edad aparecen en primer lugar Ipi, su madre, a la que siempre le dedica palabras de respeto y, Hetepet, su tía.
Después aparecen sus cinco hijos, Merisu, el primogénito y responsable de las propiedades familiares durante la ausencia de su padre. Sihathor, que ocupa el segundo lugar en edad y responsabilidad, se encarga del arado de la tierra, y en ocasiones es el responsable de llevar las cartas. Senebnut, el tercer hijo, es el encargado del ganado, y es enviado fuera de su ciudad para abastecer de grano a su padre, y a adquirir o ejercer derechos en diversas propiedades fuera de Nebeseyet. Le acompaña un personaje llamado Nakhte, hijo de Heti, que actúa como capataz del protagonista y tiene más responsabilidad que su tercer hijo, Senebnut. Y por último están los dos más pequeños, Anupu y Snofru, que comparten algunas tareas del cultivo de la tierra. Heqanakht se muestra especialmente tolerante con ellos, especialmente con Snofru, al que le concede todo lo que le pide.
Finalmente, con un papel muy particular está la segunda esposa de Heqanakht, llamada Iutenheb, una mujer calificada en las cartas como hbswt (segunda esposa de su marido), a la que los miembros de la casa ofenden y vejan, lo que provoca las quejas a Heqanakht y el despido de una criada llamada Senem.
De entre las cartas que inspiraron a Agatha Christie, cabe destacar tres de ellas por la gran cantidad de información que dan acerca de la vida cotidiana de aquella época.
Primera carta: Está dirigida a Merisu, responsable principal de las propiedades de Heqanakht. Las causas de su marcha de Nebeseyet no están del todo claras, puede que se encontrase en el nomo tinita, cerca de Abidos. En esta carta se queja de que su tierra está inundada prematuramente, arruinando una cosecha anterior a la principal de primavera, regañando por ello a Merisu (se cree que esta está escrita a primeros de agosto, cuando la inundación aún no ha llegado a su punto álgido). Se dan instrucciones a Nakht y Sinebnut para cultivar unos terrenos con lino y alquilar otros.
Segunda carta: Dirigida a toda la casa en general, pero especialmente a Merisu e, indirectamente, a Heti, hijo de Nakht. Comienza saludando a su madre Ipi y a su tía Hetepet, y continua con todos los miembros de su casa. Pregunta por la inundación; comenta los salarios que detalla seguidamente nombre a nombre, justificándolos y explicándolos. Luego aborda algunas quejas sobre sus hijos pequeños, en la que toma partido siempre por ellos, y en particular por Snofru al que se le debe permitir hacer lo que quiera. Vuelve a intervenir en el maltrato dado a su mujer Iutenheb, dándoles un último aviso a todos.
El modo en que los miembros de la casa tratan a la segunda esposa de Heqanakht ocupa un papel importante dentro de la carta. Despedida la sirviente Senem, insiste a su familia y sirvientes para que traten con consideración a su mujer, amenazándoles con retirarles sus raciones de alimentos.
En esta carta se describe un cuadro de prosperidad en las tierras de Heqanakht, en medio de una situación de carestía general en el país (“¡Mira la tierra entera está echada a perder mientras vosotros no pasáis hambre!”), incluso dice una frase que llama la atención: “Aquí están empezando a comerse a los hombres”, que recuerda una afirmación idéntica en la tumba de Ankhtifi de Moalla.
Tercera carta: Apareció plegada y atada con una pequeña cuerda, con un sello, señal de que nunca fue mandada a su destino. Está dirigida a Herunef, Supervisor del Delta a pesar de que parece que vivía en el valle, probablemente en Peraa’a. El tono utilizado es muy distinto, ya que se dirige a un igual o superior en status.
La Venganza de Nofret es una novela llena de misterio, pasión y asesinatos recreada magistralmente en la época del antiguo Egipto, cuya lectura recomiendo, sin duda, a los amantes de esta fascinante civilización. Su contenido no dejará a nadie indiferente…